miércoles, 25 de junio de 2008

Tratado general de la tipografia

Breve reseña historica

El origen de nuestros actuales alfabetos (sistemas de signos abstractos que representan sonidos articulados) hay que buscarlo en la remota antigüedad, en el primigenio uso de signos y símbolos para representar elementos naturales y actividades cotidianas.

El primer pictograma (dibujo representando un objeto o una idea sin que la pronunciación de tal objeto o idea sea tenida en cuenta) del que tenemos constancia se remonta al año 3.500 a.C., y es una tablilla en pieza caliza hallada en la ciudad de Kish (Babilonia).



Más tarde, los sumerios desarrollaron ideogramas (símbolos que representan ideas asociadas menos concretas), sistema que fue desarrollándose hasta dar lugar al sistema cuneiforme sumerio de escritura, basado en sílabas que imitaban el lenguaje hablado. Un ejemplo de escritura de este tipo es la tablilla hallada en Ur, fechada sobre el 2900-2600 a. C., que describe una entrega de cebada y comida a un templo.



La evolución posterior de este sistema silábico dio lugar a la escritura cuneiforme (2.800 a.C.), que utiliza lo que podemos considerar como el primer alfabeto, cuyas letras se imprimían sobre arcilla usando una cuña.



De esta época datan multitud de tablillas que contienen textos económicos, religiosos, poéticos, y legales, como el famoso código de Hammurabi, uno de los documentos jurídicos más antiguos que existen.




Sobre el año 1.500 a.C. se desarrollaron en Egipto tres alfabetos (jeroglífico, hierático y demótico). De ellos el jeroglífico (mixto ideográfico y consonántico), basado en 24 símbolos consonantes, era el más antiguo.



Los fenicios adoptaron este alfabeto egipcio 1.000 años antes de Cristo, usando para escribir pieles y tablillas enceradas, y también lo transmitieron por el mundo civilizado, de tal forma que poco después fue adoptado también por los hebreos y los arameos, sufriendo con el tiempo una evolución propia en cada un de estas culturas.



El alfabeto fenicio fue también adoptado por etruscos y griegos, y de ellos lo fue por los romanos, que en el siglo I ya manejaban un alfabeto idéntico al actual, a falta de la J, la W y la V.

El Imperio Romano fue decisivo en el desarrollo del alfabeto occidental, por crear un alfabeto formal realmente avanzado, y por dar la adecuada difusión a este alfabeto por toda Europa conquistada, ya que muchas lenguas que no tenían sistema propio de escritura adoptaron el alfabeto romano o latino.

El alfabeto fenicio fue también adoptado por etruscos y griegos, y de ellos lo fue por los romanos, que en el siglo I ya manejaban un alfabeto idéntico al actual, a falta de la J, la W y la V.

El Imperio Romano fue decisivo en el desarrollo del alfabeto occidental, por crear un alfabeto formal realmente avanzado, y por dar la adecuada difusión a este alfabeto por toda Europa conquistada, ya que muchas lenguas que no tenían sistema propio de escritura adoptaron el alfabeto romano o latino.



La escritura romana adoptó tres estilos fundamentales: Quadrata (mayúsculas cuadradas romanas, originalmente cinceladas en piedra), Rústica (versiones menos formales y más rápidas en su ejecución) y Cursiva (modalidades de inclinación de las mayúsculas).

Partiendo del modelo fenicio-nabateo se desarrolló también, alrededor del siglo IV d. C, el alfabeto árabe, formado por 28 consonantes y en el que, al igual que el resto de alfabetos semíticos, se escribe sin vocales, de derecha a izquierda.



En occidente el alfabeto romano fue evolucionando y, en el siglo X, en el monasterio de St. Gall, en Suiza, se desarrolló un nuevo tipo de letra comprimida y angulosa, la letra gótica, más rápida de escribir y que aprovechaba mejor el papel, factores importantes en un momento que la demanda de escritos se había incrementado notablemente, escritos que se realizaban a mano, primeramente en pergaminos y luego, a partir del año 1.100, en papel.

La letra gótica se difundió por toda Europa, surgiendo diferentes variantes (Textura, Littera Moderna, Littera Antiqua, Minúscula de Niccoli,, etc.).

En 1.450 se produjo uno de los hechos más importantes para el desarrollo de la Tipografía y de la cultura humana: Johann Gutenberg (1398 – 1468) inventa a la vez los caracteres móviles y la prensa, creando la imprenta. El primer texto occidental impreso, la "Biblia de 42 líneas" de Mazarino, sale en 1.456, al parecer de la imprenta de Gutenberg.



El trabajo de impresión posibilitó el uso de nuevos tipos de letra. En 1470 Nicolas Jenson graba el primer tipo en estilo romano inspirándose en las Quadratas romanas, en 1.495 Francesco Griffo diseña el tipo conocido como Bembo, en 1.501 Francesco de Bolonia diseña para el veneciano Aldo Manucio el primer tipo mecánico cursivo y en 1.545 el impresor francés Claude Garamond crea una fundición y comienza a fundir un tipo más informal que la letra romana trajana, basado en el trazo de la pluma de ave.



Desde entonces, multitud de tipógrafos aportaron su granito de arena a la creación de nuevas fuentes, entre los que destacan Alberto Durero, Giambattista Bodoni, Fournier, Didot, Caslon, Baskerville, Bodoni y, ya en el siglo XX, Max Meidinger (creador de la fuente Helvetica en 1.957), Cooperplate y Novarese.



Definición y división del tratado tipografico

Componer es la acción de reunir letras una a una para formar palabras, líneas, páginas o cualquier molde para la impresión.
La composición puede ser de dos clases composición ordinaria, corriente o seguida y composición especial o compleja.
Composición seguida es la que tiene por objeto componer el texto de una obra, artículo periodístico, etc., prescindiendo de titulares, iniciales de adorno, filetes, cuadros estadísticos, etc. En ella, ordinariamente, no se emplea más que un solo cuerpo de letra (con sus versalitas, negrillas y cursiva).
Composición especial o compleja es la que se realiza utilizando diversidad de tipos, orlas, filetes, grabados, etc., en trabajos sujetos a cálculo exacto. Comprende todos los impresos que no son de composición corriente, como tarjetas, facturas, programas, invitaciones, anuncios, cuadros estadísticos, colocación de grabados en el cuerpo de una obra, portadas y cualquier trabajo de fantasía.
En el lexico tipográfico la composición compleja se conoce más comúnmente por el nombre poco simpático, y desde luego inapropiado, de remendería o composición de remiendos.

La composición seguida puede ser de dos clases: de libros y de periódicos y folletos.
La composición de libros requiere una ejecución más esmerada en la uniformidad de espaciado con relación al ojo de la letra, mayor precisión en la separación de sílabas al final de las líneas y la exacta observancia de las reglas de composición.
La composición de periódicos, dada la premura de tiempo, exige más rapidez y admite mayor libertad en la ejecución.
Antiguamente el operario que se dedicaba a la composición corriente se llamaba paquetero o liniero y su trabajo se retribuía por cientos de líneas o millares de letras.

Del original

Original es el modelo, ya sea impreso, mecanografiado o manuscrito, con arreglo al cual debe hacerse la composición tipográfica.
Un buen tipógrafo será tanto más apto cuanto con más prontitud sepa interpretar toda clase de manuscritos. Los originales se presentan en cuartillas escritas por una sola cara. Antes de la introducción de las máquinas de componer, el único sistema de composición era el manual.
Al tener que componer una obra, se distribuía el original entre varios operarios; las cuartillas que a cada uno correspondían se llamaban el alcance.
El tipógrafo comenzaba a componer por el primer párrafo de su alcance. Si al fin de la última cuartilla no había punto y aparte, acudía al que tenía la página siguiente para completar su párrafo.

Consérvese el original lo más limpio posible; pues hay que devolverlo al autor o cliente junto con las pruebas, y sería una falta de delicadeza entregarlo sucio o en mal estado.
Evítese en absoluto perder los originales, lo que podría acarrear grave responsabilidad y perjuicio a la imprenta, pues a menudo el autor no guarda copia de lo que entrega. Esto pide que cuando el operario deba ausentarse de su sitio, guarde los originales en lugar seguro, para que no se estravíe ninguna cuartilla.

Es importantísimo que el tipógrafo guarde el secreto profesional cuando se le encomendare algún trabajo que lo exiga. En este asunto se debe ser rigurosamente reservado, pues la indiscreción podría ocasionar serios inconvenientes.

Composiciones Complejas

Las composiciones especiales o complejas, requieren ordinariamente que se cuente todo el material empleado en ellas. En efecto, interviniendo tipos de diversos cuerpos, filetes, corchetes, etc., bien sea en fórmulas, tablas, cuadros estadísticos u otros trabajos, deben calcularse todas las medidas de modo que los diversos elementos justifiquen y ajusten a la perfección formando un conjunto compacto y preciso.

La mejor prueba de la perfección de una composición compleja está en que no caiga ninguna pieza cuando se levanta el molde de la galera para colocarlo en el portapáginas o cuando se termina de imponer en la rama para introducirlo en la minerva; si esta prueba es satisfactoria, puede asegurarse que el tipógrafo domina ya algo de la técnica de su oficio.

Caja especial de blancos

Lo primero que necesita el tipógrafo al iniciarse en estos trabajos complejos, es conocer perfectamente la caja de blancos, que puede ser especial o bien una caja normal de tipo común, tamaño grande, habilitada para contener los cuadrados y espacios de todos los cuerpos o, a lo menos, de los más usuales.




Caja grande común, adaptada para blancos

Conocimientos del material

Para poder combinar los distintos elementos de las composiciones especiales o complejas, es preciso conocer perfectamente los cuerpos y familias de los tipos y las medidas de todo el material, que debe revisarse junto con la justificación de todas las líneas de caracteres, antes de introducirlos en la composición a fin de evitar inexactitudes en el molde y levantamientos durante la tirada.
Además, el tipógrafo debe habituarse al cálculo mental que le permita rápidamente usar y combinar los espacios e interlíneas y parangonar los tipos y filetes, iniciales, etc.

Croquis

A pesar de que parezca innecesario para estos trabajos sencillos, conviene que el operario se acostumbre a hacer de antemano los croquis, aunque sean esquemáticos.
El croquis facilita enormemente la realización del trabajo, pues el tipógrafo tiene idea exacta del resultado y así puede atender mejor a la ejecución limpia de la composición, utilizando sólo las piezas estrictamente necesarias, justificando exactamente, desechando el uso de material defectuoso, contando bien todos los elementos del molde si lo exigiere, y evitando otros defectos que obligan a perder un tiempo precioso en la máquina de imprimir mientras se aplica el consabido remedio de los espacios de papel y de las cartulinas.

Entre los defectos que hemos señalado, quizá el más importante y más común entre los principiantes es el de utilizar más piezas de las estrictamente necesarias.
Tengasé como norma valiosa, que donde basta un espacio o un cuadrado no deben ponerse dos, pues de este modo se consigue un ajuste y una justificación más perfectos y se evita que se agote el material de un determinado cuerpo empleado profusamente sin necesidad.

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